La vida está repleta de decisiones, todas ellas tomadas bajo los efectos de las emociones asociadas a la tristeza, alegría, rabia, miedo, estrés, etc. De allí que responder el enunciado sobre la toma de decisiones y cómo apartar el lado emocional, es muy difícil. Pero en este post intentaremos darte algunas respuestas y herramientas para lograr que las decisiones sean lo más equilibradas posible.
Toma de decisiones
A diario hay que tomar decisiones, es parte de la vida, siendo por tanto, un proceso inherente a los seres humanos, algunas son inconscientes, otras en cambio requiere analizar la situación, pero en general todas las personas deben afrontarlas en determinados momentos. Pero ¿Cómo separar las emociones en las decisiones?, no hay manera, sólo hay que buscar el equilibrio.
Las emociones en la mayoría de los casos, por no decir todas, influyen en las decisiones de la vida, no hay duda, porque es básicamente natural elegir entre una u otra opción. En este contexto, la opción suele atender al estado emocional, es decir, se actúa instintivamente y no racionalmente.
¿A qué se debe que la emoción manipula la razón?, en principio porque la vida en sí misma tiene su fundamento en decisiones o elecciones, y toda persona diariamente tiene que afrontar y solucionar distintas situaciones, debiendo por tanto optar por algo y es donde la decisión puede complicarse.
Esto quiere decir, que el proceso decisivo se activa en el momento que debe resolverse algún tipo de evento o problema, desde lo más básico, como qué ropa ponerse, pasando por lo laboral, empresario, ciudadano, en el hogar, entre otros, donde cada aspecto requiere una respuesta o solución posible.
Ahora bien, en cuanto a la conducta o psiquis humana, resulta un tema crucial en la toma de decisiones, puesto que las personas responden de distintas formas ante un mismo y determinado evento problemático. Donde se involucran distintos factores como la estructura de valores personales, madurez y etapa donde se encuentre el individuo.
Influencia de las emociones en la toma de decisiones
En lo cotidiano, la razón y la emoción van de la mano, son inseparables. Por ello, ninguna decisión en su totalidad es racional, o lo que es lo mismo, toda decisión en teoría racional está influenciada por las emociones. Lo que permite concluir, que es falso suponer una dicotomía entre mente/razón y emoción.
¿Por qué no se pueden separar?, pues, en vista que al momento de tomar decisiones donde sus efectos son capaces de cambiar mediana o significativamente la vida, es muy complicado gestionar la incertidumbre. Siempre habrá dudas sobre si la decisión es la correcta, es determinante, se comete algún error irreparable, entre otros.
Este nivel de intolerancia a la incertidumbre, perfectamente normal, genera inquietud, ansiedad o bloqueo mental. El estrés puede conllevar a numerosos patrones de actuación, aunque usualmente las personas con alguna dificultad para tomar decisiones suelen usar 2 formas de actuar.
H3: Exceso de motivos para tomar la decisión
El exceso de razones para tomar decisiones por parte de quien debe tomarla obedece a un sobre esfuerzo en evaluar, racionalizar todo e idear argumentos objetivos, y esto puede ser abrumador, ya que nada le convence, siendo frecuente, terminar por bloquearse.
Al final, termina por rendirse a esta situación, y su decisión es no actuar, no hacer nada por temor a equivocarse o errar, optando por dejar que sea el tiempo quien marque el rumbo.
Actuar por impulso
En este caso, la persona toma la decisión basada en el estado emocional del momento, sin evaluar las opciones disponibles, así como su posible impacto y consecuencias de cada opción.
En ambos casos, pueden darse consecuencias altamente negativas para la persona, y en la decisión que finalmente se tome, puesto que generalmente no es efectiva.
Igualmente, puede relacionarse con la autoestima, o emociones negativas que tenga la persona en ciertas áreas o situaciones. Por consiguiente, a algunas personas se les dificulta más que a otras tomar ciertas decisiones en el ámbito personal, que el plano social o laboral por ejemplo.
Por todo ello, llegado el momento de tomar alguna decisión importante, lo primero es cuidar el equilibrio emocional entre la cabeza y el corazón, como suele decirse. Lo que significa contar con la cantidad justa de racionalidad y emoción.
Puesto que si sólo se valoran las razones objetivas, puede dejarse de lado una parte muy importante, como la emocional, corriendo el riesgo de atascarse, o perder la tranquilidad, lo que quita el gusto a la decisión tomada.
Mientras que, de tomar una decisión atendiendo más a las emociones, puede haber riesgo de precipitarse. Por ello, muchos autores sostienen que tomar decisiones es un arte. Aprendamos este arte en las siguientes 7 propuestas, con el fin de tomar decisiones acertadas:
Mente fría, pero con medida
Comenzamos con una frase muy repetida en este post, equilibrio entre emoción y razón. Para lograr esto, no hay que precipitarse en la decisión, no actuar impulsivamente o bajo muchas emociones.
La idea es darle tiempo al cerebro para que éste se acople o equilibre su función. Pero atención, no por estar en calma hay que descuidar lo emocional. Conviene pensar aquello que se sabe hacer mejor, o determinar con cuál decisión se siente más a gusto y contento(a).
Valorar todas las opciones
La valoración de opciones, por su parte, requiere una lista de ventajas y contras que traería la decisión, de este modo, es posible fijarse en lo positivo y negativo de la decisión. Esta herramienta puede ayudar a visualizar el impacto de la decisión en lo personal, laboral, emocional, etc.
Intentar visualizarse
Un ejercicio de imaginación puede ser de gran utilidad cuando hay que tomar una decisión. Esto pasa por valorar los sentimientos y/o emociones con la decisión, y cómo esta influirá en la vida propia y los demás.
H3: No centrarse en los fracasos, que sirva de aprendizaje
Puede que la decisión tomada resulte correcta o incorrecta, no pasa nada, la vida está llena de buenas y malas decisiones. Lo importante es no atascarse, pues todo deja una enseñanza, las fallas esculpen, y nadie tiene la capacidad de controlar todo, y menos aún, cuando muchos resultados no dependen en su totalidad de una sola persona.
Las decisiones necesitan entrenarse
En la vida todo se aprende, lo mejor es pensar en las habilidades y cualidades que se poseen como persona, las herramientas que se tienen en lo personal y sacar provecho de esta ventaja para tomar la decisión.
Una ilustración mental o de memoria de los diversos momentos que se tomó una decisión y cómo se hizo, puede ser de gran ayuda. Lo primordial es la confianza en las habilidades para afrontar situaciones a futuro.
Bajar la cantidad de y si…..
El exceso de duda puede ser nocivo en la toma de decisiones, por tanto, cuando se elige una opción, conviene reducir los usuales: ¿Y si no es la correcta?, ¿Y si a mi jefe no le gusta que actúe de esta manera?, etc. Lo más prudente es pensar en el ahora, si luego sobrevienen problemas u obstáculos, será asunto de otra solución.
Actuar
Al concluir el proceso de evaluar pros y contras, lo siguiente es hacer lo propio con los eventuales efectos, implicación en lo emocional u otros. En todo caso, lo importante es no enredarse y actuar. Por lo general, las consecuencias por inacción suelen ser peores que las de la propia decisión, al tiempo, que no decidir, es sí misma una decisión.